Escuchar al inglés que está a mi lado quejarse en su lengua natal de que “en este mercadillo no hay nada que valga la pena”, hace que me distraiga por un instante de la búsqueda que me tiene escarbando en una torre de comics españoles de los setenta. Su afirmación me llama la atención porque confirma un par de asuntos que el coleccionismo y los viajes me han enseñado: primero que el valor de las cosas es generalmente relativo al lugar en el que estés – a principios de los 2000, por ejemplo, hice una pequeña fortuna vendiendo a Europa hasta en USD 3,000 discos de psicodelia peruana sesentera que a veces me costaban menos de 10 centavos en el Jirón Quilca de Lima – el otro es que sólo viajando mucho uno se da cuenta de que las experiencias en los mercados de las pulgas son a veces mas interesantes que lo que puedas encontrar en ellos.
Pienso enseguida en el mercado de Portobello Road en Londres, donde había estado hacía tres semanas, y que seguramente era lo que ese viajero británico tenía en su cabeza como el ideal de mercado de las pulgas: un informal pero muy organizado espacio donde conseguir antigüedades pre-victorianas después de un civilizado regateo, para luego tomar un café espresso italiano y pasear por sus calles gentrificadas en busca de un restaurante de moda para apreciar y conversar sobre las compras del día. Si eso es lo que él esperaba entonces lo entiendo perfectamente: probablemente en ese sentido, en El Rastro no hay nada que valga la pena.

Ahora, si la opinión no viene de un viajero primermundista en busca de artefactos valiosos, sino que es la mía: la de un nómada sudamericano obsesionado con la cultura pop, amante de los comics españoles que me acompañaron en mi infancia, fascinado con como cambia el proceso de regateo alrededor del mundo, para el que una simple lata de paprika murciana de diseño art deco es todo un tesoro y acostumbrado a los mercados de pulgas (“cachinas” les decimos en Perú) de nuestros países donde encontrar algo asequible y anterior a 1950 es una hazaña, entonces El Rastro es un paseo indispensable. Si a eso le sumamos el ambiente de fiesta, las cervezas y las tapas obligatorias que acompañan la experiencia, El Rastro es un paraíso.
Como parte del episodio de Madrid de 3 Travel Bloggers que grabamos durante Julio de este año no podía faltar una visita dominguera a este tradicional punto de Madrid, pueden ver la experiencia entre los minutos 3:49 y 5:04.
Para disfrutar de El Rastro hay datos que son indispensables y otros que no tanto. Por ejemplo, podríamos prescindir completamente de saber que el nombre de “El Rastro” proviene del rastro de sangre que quedaba por las calles cuando se arrastraban las reses sacrificadas en el matadero y eran llevadas a las curtiembres de Ribera de Curtidores, corazón del ahora mercadillo. Prescindible también es saber que desde 1740 está registrado su funcionamiento como lugar público de venta de artículos de segunda mano. Lo que si nos es util para los que vamos a en búsqueda de algún tesoro de ocasión es que, aunque flexibles, sus límites se circunscriben a varias calles y plazas de los castizos barrios de La Latina y Lavapies: la Plaza de Cascorro, la ya mencionada calle de Ribera de Curtidores , la calle Embajadores, la Ronda de Toledo y la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo. También que aunque hay comercios abiertos durante toda la semana en el barrio -y de hecho son tan variopintos que van desde sex shops hasta tiendas de artículos religiosos – el único día para visitarlo es el Domingo, y que el horario de El Rastro es de 9 A.M a 3 P.M aunque alrededor de las dos ya la cosa va decayendo y cierran sus puertas los primeros puestos y locales.
El primer objetivo de esta nueva visita a El Rastro es mas bien vago: comprar libros de ocasión siempre es para mí una obligación y esta vez no vengo con una lista específica ni contactos previos con libreros, sino simplemente a ver que me encuentro. Pero sin esperármelo, mi cuota la lleno ni bien empiezo el recorrido. Después de bajar desde la calle principal – esa que dejaba el rastro de sangre – mi primera parada es en la Plaza Campillo del Mundo Nuevo conocida por ser el lugar predilecto para encontrar comics, libros de viejo, albumes de figuritas e impresos de colección en general, aunque también se pueden ver los omnipresentes puestos de ropa, música en vinilos y cassettes además de películas en varios formatos.
Ni bien hago mi ingreso me encuentro tempranamente con mi perdición: en un puesto de tres mesas están vendiendo libros en inglés a 3 Euros, pero no son los típicos libros de segunda mano, sino un lote nuevo de la Snaf Madrid , todos de tapa dura, casi todos editados entre 2014 y 2016 en Inglaterra y aún con sus etiquetas de precio original (ninguna menor a 14 Euros). Rápidamente 18 de los 30 Euros que tengo presupuestados para el día se van en una biografía de U2, una novela corta de Murakami, un comic de Joe Sacco, dos novelas de Kerouac y una edición de lujo de lo mejor de Sherlock Holmes.
En apariencia he cometido un error de principiante gastándome mas de la mitad de la plata en un solo puesto (además de ser el primero que visitaba) , pero el peso de mi mochila llena de gangas de tapa dura lo único que me trae es satisfacción, le doy una vuelta a la plaza solo para comprobar que ha sido una buena elección, hay cosas interesantes pero nada que amerite arrepentirme. Me doy cuenta que el simple hecho de deambular acá es suficiente para hacerme felíz.
Subo por la Calle de Carlos Arniche a sabiendas de que ya no llevaré mas libros y apelando al máximo de mi control para respetar esa regla auto impuesta.

Mi próxima parada es la Plaza General Vara del Rey, donde debo empezar a calcular como voy a gastar mis 12 Euros restantes porque esta misión si es mas precisa: nos hemos cambiado de departamento hace poco en Medellín y decidimos hacer una pared de retratos inspirada en la ilustración de portada interior de Tintín, la idea es llenar el muro de fotos de viajes y retratos de tope a piso en marcos de diferentes tamaños, materiales y formas. En Medellín el tema de los mercados de las pulgas es prácticamente inexistente y extremo: o se confunde muchas veces lo antiguo con lo viejo (poniéndole un precio exageradísimo a cosas que no lo valen) y por otro lado hay una cultura de desechar lo que no es nuevo, por lo que es difícil encontrar objetos que sin ser necesariamente antigüedades valiosas, tengan un valor vintage interesante. El Rastro parece ser el sitio ideal para recolectar marcos usados para este nuevo proyecto casero.
En esta plaza me detengo – sólo por curiosidad – a rebuscar entre comics y es donde escucho al viajero inglés hacer el comentario con el que empieza este post. Claro, dominan por gran mayoría los puestos de ropa usada y china, opacando otros de antigüedades y varias tiendas , como no, de libros de segunda mano como la legendaria Juanito. Mi sorpresa es grande – llámenlo ley de la atracción si quieren – cuando al levantar la cabeza me encuentro con “Marcos Latina“, precisamente lo que estoy buscando: marcos desde 1 Euro. Parece que mi presupuesto se va a ir rápido, negocio 10 marcos por 8 euros, todos perfectos para la futura pared tintinesca.

Mis misiones están completas, con sólo 4 Euros me dedico la siguiente hora a deambular sin destino fijo por las calles estrechas y empinadas del mercadillo, en Carnero con Mira el Rio Baja me encuentro con el dueño de Libros de ocasión A. Hernandez que me recuerda, como la vez anterior que estuve aquí, que esto ya no es como era antes, que la cosa está como para llorar y que la gente ya no compra libros. Subo por la calle de Carnero hacia Bastero mientras ya levan anclas varios puestos, de reojo veo otros dos marcos, de metal, probablemente de mediados del siglo 20 y tras una breve negociación – esta hora, en que cierran las tiendas, es la mejor hora de regatear – me quedo sin una moneda en el bolsillo y con 12 marcos y seis libros en la mochila. Para cuando llego a Libros Antiguos Romo me quedan ya pocos minutos para poder hojear algunas laminas de grabados y un par de libros de viajes que me encantan pero cuestan exactamente 500 Euros mas de los que tengo en este momento.
Las calles se van vaciando, primero de vendedores y luego de transeúntes. El mercadillo del Rastro desaparece para Madrid hasta el proximo domingo y para mí, quién sabe hasta cuando, pero mientras me dirijo feliz al Bar Los Hermanos para tomarme unas cañas y devorar unas cuantas raciones con mi amigo Arturo después de esta feliz jornada de libros, marcos y laberintos, me prometo que la próxima vez haré exactamente lo mismo que esta: auque parezca innecesario, alargaré mi itinerario para quedarme un domingo más en Madrid, un domingo más en El Rastro.
Horarios de El Rastro: Domingos y Feriados de 9 A.M a 3 P.M
Transporte para llegar a El Rastro: Metro La Latina Linea 5, Embajadores Línea 3
El Rastro está cerca a: Puerta de Toledo, Plaza del Sol, Plaza Mayor
JL
Boovo on
Artículo muy interesante
JL on
!Muchas gracias Boovo!
Gustavo on
Very nice article in 100% perfect Spanish. Very entertaining indeed.