A las dos cabras y a mí nos separa una calle peatonal adoquinada y muchísima gente pasando sobre ella. Las veo sentado desde mi mesa en esta terraza, a veces directamente y otras a través del amarillo traslucido del segundo chopp de Cruzcampo que ya estoy secando mientras como sin apuro el delicioso rabo de toro que me felicito haber pedido y hojeo a ratos una edición de 1958 de “The School For Scandal” que compré esta mañana por un euro en El Rastro.
Es sólo en este momento en que me doy cuenta de que estoy nuevamente, después de más de una década, visitando Madrid. He pasado los últimos cuatro días en el recinto de IFEMA, en FITUR 2014 donde fui a recibir nuestro premio al mejor blog de viajes de América, participé en varias conferencias e hice buenos amigos y muchísimos contactos para See Colombia y para nuestro nuevo proyecto de contenidos para la industria del turismo. Pero siento que es recién hoy, mi primer día off-feria – que he llegado a Madrid de verdad.

Son los últimos días de Enero pero no hace el frío que se supone que debería hacer. Postas Quince es el bar taurino de Calle de Postas donde estoy sentado, a pocos pasos de la Plaza Mayor de Madrid. El sol se refleja en los muros de piedra de esta estrecha vía y es imposible no sentirme transportado a otra época e imaginarme un poco sobrecogido los cientos de años y miles de personas que han vivido en y alrededor de estos edificios. Se me han abierto los ojos de viajero.
A las cabras eso poco les interesa, claro, ellas siguen ahí esperando a la siguiente victima con sus campanas y cascabeles, completamente cubiertas en tiras de papel tornasol e interrumpiendo su inmovilidad sólo para dar esos indescriptibles gritos que más de una vez hacen saltar a los transeúntes y que invariablemente, cosa rara, me sacan risas.

Por alguna razón este espacio de tanta distensión, ayudado quizás por mi tercera cerveza y por la sensación de volverme a sentir viajero, me invita a tomar una pausa para pensar en mi vida hoy.
Dejé Argentina hace ya casi 3 años para mudarme definitivamente a Colombia. ¿Tantas cosas han pasado en tan poco tiempo? Me he convertido en feliz esposo y papá, dejé la peligrosa comodidad que me había dado formar una empresa grande para convertirme nuevamente en emprendedor, empezando de cero en otro país casi desconocido. Crazy Little thing called love. Aminoré el ritmo de viajes internacionales y de viajero solitario para acomodarnos a nuestra nueva vida familiar poco a poco, creamos gracias a Marce y con mucho esfuerzo el blog de viajes más exitoso sobre mi país adoptivo (que ahora conozco mejor que la mayoría de colombianos), empezamos a viajar como familia dentro y fuera de Colombia cambiando el equipaje ligero por coches y maletas llenas de juguetes y teteros ( y aprendiendo después de un tiempo a aligerarnos de nuevo), creció nuestra empresa, el éxito blog nos empezó a llevar a otras partes del mundo nuevamente, a generar nuevas oportunidades y a transformarnos, a transformarme en otro tipo de viajero.

Hoy que he estado caminando solo por Madrid, cruzándome con hordas de turistas tomando compulsivamente fotos con sus smartphones para twittear y subir a Facebook seguramente , sorprendiéndome a mí mismo tomándome selfies (o autofotos si prefieren), hoy que estoy acá sentado pensando en que en esa silla frente a la mía deberían estar Marce y María del Mar riéndose junto conmigo de las cabras psicodélicas de Madrid, me vienen espontáneamente dos certezas: la primera es que ya no me dan ganas de seguir viajando solo, que ya no disfruto como antes explorar destinos nuevos si no es con ellas. La segunda es que extrañamente este instante me conecta con el yo de 14 años en un momento parecido en el que el reflejo del sol me caía de la misma manera que ahora en la cara, yendo en bus a mi colegio en Bournemouth al sur de Inglaterra cuando conscientemente tomé una foto mental de ese momento, una imagen que hasta hoy utilizo para encontrar tranquilidad en momentos de tensión.
Mañana regreso a Colombia ya, a mi vida actual, a mi país adoptivo, a empezar ahora si un año lleno de retos, a olvidar las cosas malas que también me han pasado en estos años y a aprovechar todo lo bueno. Como en esa mañana de 1990 sin necesidad de cámaras ni teléfonos, cierro los ojos, escucho el murmullo a mi alrededor, el bochinche de las cabras , siento el calor y el viento frío a la vez y tomo la foto mental que guardaré para siempre de este instante de Madrid.
JL
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